Miguel Antonio Chávez. Conejo ciego en Surinam.

abril 25, 2019

Miguel Antonio Chávez, Conejo ciego en Surinam
Mondadori, 2013. 130 páginas.

Una pareja de vecinos, un patio con un conejo que diserta sobre lo divino y lo humano, una trama de conspiraciones internacionales y un asesinato que no llegará a cometerse.

La verdad es que me ha dejado bastante frío. Lo único que me ha gustado son las primeras conversaciones entre la pareja, de atrás adelante, muy bien escritas. Del resto, nada. Ni los soliloquios del conejo, ni los discursos del jefe de B. y M. que desvelan el malvado plan de los que dominan el mundo. Ni los recursos metalingüísticos tales como las páginas en negro.

Lo que ha pasado es que, como se afirma en la solapilla, es un divertimento al que yo no le he pillado la gracia. Supongo que alguien lo hará. Para acabar, un consejo, no cites por extenso a otros autores que escriben mejor que tú, porque las comparaciones son odiosas.

Se deja leer.

Soy hermoso, es un hecho que no puedo negar. Si gobernara sobre todos los patios del mundo, decretaría que se viva el hedonismo con la misma alegría con que doy mis saltos o que doblo a mi antojo mis graciosas orejitas. Sin embargo no necesito todos los patios del mundo, con el mío me basto y me sobro. Mucho más si ya he delimitado mi territorio con el olor de la grandeza, con ese olor que emiten mis glándulas odoríferas situadas a ambos lados de mi culito.
Soy un conejo libre en el amplio sentido librepensador de la palabra. Nunca tuve un amo vestido como coronel Sanders, dueño de los cultivos de algodón en Alabama; no necesité, por tanto, de ningún Lincoln, Rosa Parks o Martin Luther. Nunca dependí de ningún mago que me diera zanahoria a cambio de que yo me dejara agarrar las orejas para emerger de su sombrero de copa. Es más, nunca necesité salir del fondo de un sombrero de copa y complacer a una audiencia de humanos para sentir eso que ellos llaman autoestima. Aquí no necesito ni siquiera que alguien me aplauda, porque yo mismo soy el mago, yo mismo el sombrero, yo mismo el conejo, yo mismo el público, y mi misma existencia es mágica. No soy un conejo-mico, ni un conejo-foca, ¡soy el conejo orquesta! El bello conejito de cola espumosa y de hocico de pucheros ejemplares que gobierna como nadie su propio territorio porque cree que no hay mejor gobierno que gobernarse a uno mismo. El gobierno de uno mismo en pos del placer de uno mismo. Ergo, el hedonismo es el gobierno perfecto.

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