Maximiliano Tomás. Cuentos breves para leer en el bus.

abril 22, 2012

Maximiliano Tomás. Cuentos breves para leer en el bus
Verticales de bolsillo, 2007. 188 páginas. Trad. Luz Freire.

Compré este libro porque me regalaron una tarjeta del fnac para que me comprara los libros que quisiera y me hacía falta uno baratillo para redondear. Pensé que éste podía tener gracia y acerté. Los cuentos incluidos son los siguientes:

Ryunosuke Akutagawa, Rashomon
Leonid Andréiev, La nada
Guillame Apolinaire, El bergantín holandés
Ambrose Bierce, Aceite de perro
Antón Chéjov, Las damas
Kate Chopin, El hijo de Désirée
Francis Bret Harte, El hombre de Solano
O. Henry, El policía y el himno
Franz Kafka Un viejo manuscrito
Giacomo Leopardi, Diálogo entre un vendedor de almanaques y un transeúnte
Jack London, La ley de la vida
Katherine Mansfield, La mosca
Guy de Maupassant, Pierrot
Hermán Melville, El vendedor de pararrayos
Edgar Allan Poe, Hop-Frog
Saki, Srední Vashtar
Robert Louis Stevenson, La piedra de la verdad
Mark Twain, El cuento californiano
Auguste Villiers de L’isle adam, La tortura de la esperanza
Óscar Wilde, El ruiseñor y la rosa

Casi todos clásicos, algo que siempre abarata costes, pero muy bien escogidos. Al seleccionador le gusta, como a mí, el humor negro y la ironía, y casi todos los relatos me han gustado. Tanto que ya estoy buscando la segunda parte.

Calificación: Muy bueno.

Un día, un libro (235/365)

Extracto:

Leonid Andréiev, La nada

Agonizaba un alto funcionario. Era ya un hombre viejo, poderoso, y amaba profundamente la vida. Le daba una gran tristeza saber que iba a morir. No creía en Dios ni podía comprender por qué habría de marcharse de este mundo; estaba aterrorizado y daba pena verlo sumido en tal sufrimiento.
Su vida era plena, rica y llena de intereses; tanto su mente como su espíritu estaban siempre ocupados en asuntos importantes y esto le producía grandes satisfacciones. Pero su vida interior estaba exhausta, igual que su cuerpo, cada vez más frío y entumecido. También estaban cansados sus ojos y sus oídos, habituados a convivir con la belleza; este mismo placer ya pesaba demasiado en su viejo corazón. Antes de llegar a la agonía, solía pensar en la muerte, a veces con cierto deleite. Imaginaba el descanso que experimentaría, libre por fin de aquellos que lo visitaban para mostrarle su aprecio, para abrazarlo y animarlo, lo cual le resultaba un verdadero fastidio. Entonces la muerte le parecía un alivio; pero ahora, mucho más cercana, su alma se hundía en un profundo horror.
Deseaba vivir todavía un poco más, tal vez hasta el siguiente lunes o miércoles o jueves… Pero le era imposible saber cuál de los siete días de la siguiente semana sería la fecha verdadera de su muerte.

2 comentarios

  • Lola abril 22, 2012en12:39 pm

    Este libro me lo regalaron comprando otro y no llegué a leerlo. Ahora se ha perdido en la biblioteca, las cosas de los libros buscados…

  • Palimp abril 25, 2012en11:54 am

    ¡Los libros perdidos en las bibliotecas! Parece mentira y sin embargo pasa siempre 🙂

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