Matanza de la Escuela Santa María de Iquique

febrero 10, 2008

Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino una especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto. Pero todo parecía una farsa. Era como si las ametralladoras hubieran estado cargadas con engañifas de pirotecnia, porque se escuchaba su anhelante tableteo, y se veían sus escupitajos incandescentes, pero no se percibía la más leve reacción, ni una voz, ni siquiera un suspiro, entre la muchedumbre compacta que parecía petrificada por una invulnerabilidad instantánea. De pronto, a un lado de la estación, un grito de muerte desgarró el encantamiento: «Aaaay, mi madre.» Una fuerza sísmica, un aliento volcánico, un rugido de cataclismo, estallaron en el centro de la muchedumbre con una descomunal potencia expansiva. José Arcadio Segundo apenas tuvo tiempo de levantar al niño, mientras la madre con el otro era absorbida por la muchedumbre centrifugada por el pánico.

Muchos años después, el niño había de contar todavía, a pesar de que los vecinos seguían creyéndolo un viejo chiflado, que José Arcadio Segundo lo levantó por encima de su cabeza, y se dejó arrastrar, casi en el aire, como flotando en el terror de la muchedumbre, hacia una calle adyacente. La posición privilegiada del niño le permitió ver que en ese momento la masa desbocada empezaba a llegar a la esquina y la fila de ametralladoras abrió fuego. Varias voces gritaron al mismo tiempo:

-¡Tírense al suelo! ¡Tírense al suelo!

Ya los de las primeras líneas lo habían hecho, barridos por las ráfagas de metralla. Los sobrevivientes, en vez de tirarse al suelo, trataron de volver a la plazoleta, y el pánico dio entonces un coletazo de dragón, y los mandó en una oleada compacta contra la otra oleada compacta que se movía en sentido contrario, despedida por el otro coletazo de dragón de la calle opuesta, donde también las ametralladoras disparaban sin tregua. Estaban acorralados, girando en un torbellino gigantesco que poco a poco se reducía a su epicentro porque sus bordes iban siendo sistemáticamente recortados en redondo, como pelando una cebolla, por las tijeras insaciables y metódicas de la metralla. El niño vio una mujer arrodillada, con los brazos en cruz, en un espacio limpio, misteriosamente vedado a la estampida. Allí lo puso José Arcadio Segundo, en el instante de derrumbarse con la cara bañada en sangre, antes de que el tropel colosal arrasara con el espacio vacío, con la mujer arrodillada, con la luz del alto cielo de sequía, y con el puto mundo donde Úrsula Iguarán había vendido tantos animalitos de caramelo.

Así describe Gabriel García Márquez la masacre de los huelguistas de la compañía bananera en Cien años de soledad, y no sé si se inspiró en la Matanza de la Escuela de Santa María de Iquique, pero tienen muchos puntos en común. En ambos casos las peticiones de los huelguistas eran mínimas, como conseguir que se les pagara en dinero de verdad y no con fichas válidas sólo en las tiendas de la empresa. En las dos el gobierno se puso de parte de una compañía extranjera y el ejército masacró a los indefensos trabajadores. En Cien años de soledad nadie recuerda la matanza, como si nunca hubiera sucedido, pero en Santa María de Iquique la cantata que escribió el grupo Quilapayun ha evitado que tuviera el mismo destino. Pueden consultar la entrada en la wikipedia: Cantata de Santa María de Iquique y escuchar el pregón:

En el enlace siguiente pueden escuchar más fragmentos de esta pieza:Y cuento corto.

También pueden escuchar la historia en la voz de Nieves Concostrina, que le dedicó un programa en dos ocasiones:

La efeméride

Polvo eres

Que no caigan en el olvido, para que nunca vuelva a suceder algo semejante.

2 comentarios

  • Vigo febrero 11, 2008en5:15 pm

    Interesante historia que desconocía. He mirado por curiosidad en las tripas de mi ordenador. La búsqueda ha sido positiva.
    Este episodio dramático de la historia chilena, se menciona en estos dos libros:
    -Carlos Droguett -Matar a los viejos-
    -Alejandro Jodorowsky -Donde mejor canta un pájaro-

    Ambos escritores, como es de esperar, son de origen chileno.

  • Palimp febrero 12, 2008en8:58 pm

    Lo que me gustaría saber es si la relación entre Cien años de soledad y esta historia tiene fundamento. No he encontrado ninguna prueba pero acabo de leer el libro y me han sorprendido las similitudes.

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