Mª Jose Buj. La educación emocional en el aula.

diciembre 16, 2014

M Jose Buj, La educación emocional en el aula
Horsori, 2014. 138 páginas.

Cada vez somos más conscientes de que hay que educar las emociones. Incluso para un correcto desarrollo en la escuela, puesto que un niño que tiene problemas emocionales -por ejemplo, baja tolerancia a la frustración- tendrá también problemas de aprendizaje.

Pero de momento la educación emocional no entra dentro del currículo escolar. Es por eso que libros como éste son de una gran ayuda para el profesional de la enseñanza que quierre ir más allá o para profesionales que den soporte o refuerzo escolar.

Se trata de una serie de fichas con diferentes actividades que permiten trabajar las emociones dentro del entorno escolar. De una clara orientación práctica cada ficha define los objetivos, el material necesario y la metodología a emplear. Están divididas por grupos de edad y se incluye una introducción que nos da contexto y justificación además de instrucciones para desarrollar las actividades. También se incluye una selecta y completa bibliografía.

Un manual que no debería faltar en ninguna biblioteca escolar.

Calificación: Muy bueno.

Extractos:

Somos seres básicamente emocionales. Recibimos estímulos continuamente y reaccionamos ante ellos con alegría, tristeza, miedo, sorpresa o ira. Esos estados afectivos que experimentamos de forma innata y denominamos emociones son reacciones subjetivas al ambiente que tienen una función adaptativa y cuyo modo de expresión depende de la experiencia, siendo fundamental en ese sentido el ejemplo de los adultos ante los niños.
Es muy difícil controlar un comportamiento determinado sin atender las emociones. Deberíamos intentar crear espacios donde aprender a comprender y a expresar todo un mundo afectivo que muchas veces desconocemos. Es esa ignorancia contra la que deberíamos luchar, educando a los más pequeños para que las emociones les ayuden a guiar su conducta, ya que el proceso de aprendizaje no solo depende del conocimiento y de la capacidad intelectual, sino también de cómo controlemos nuestras emociones en beneficio propio y en el de los demás.

Educar emocionalmente, es fomentar la autonomía de los más jóvenes. Es educar en aspectos como la tolerancia a la frustración, la motivación, el autoconcepto, la conciencia emocional, la empatia, la asertividad, el autocontrol, la persistencia, la responsabilidad personal y social, las relaciones interpersonales, la flexibilidad en la resolución de conflictos o la tolerancia al distrés.
Para ello, es necesario que la respuesta emocional ante las diversas circunstancias que nos abordan a lo largo de una vida se vea respaldada por aspectos tales como una atención positiva, una per-cep¿ión de contingencias que mejore el razonamiento de consecuencias, un conocimiento amplio de uno mismo, unos recursos para conocer a los otros y estrategias de afrontamiento ante las diferencias y los cambios, una organización ambiental que genere estabilidad, unas expectativas realistas que impliquen aceptación y tolerancia, una comprensión y expresión emocional lo más enriquecida posible, una capacidad de escucha suficiente y de elección con criterio.
Sin embargo, para que todos estos aspectos puedan consolidarse e integrarse en las respuestas dadas, deberían poder trabajarse desde un aprendizaje que facilite y potencie el modelado de conductas prosociales a través de una comunicación positiva, una espera y demora de las gratificaciones adecuadas y un control de impulsos que ayude a responder correctamente ante diversas circunstancias.

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