Leon Tolstoi. Hadzhi-Murat.

abril 18, 2012

Leon Tolstoi, Hadzhi-Murat
Salvat, 1972. 148 páginas.

Poco he leído de Tolstoi, para mi vergüenza, pero con este libro por lo menos disimulo mi ignorancia.

El protagonista es un líder ávaro del cáucaso (que existió en realidad: Hadji Murad, que combatió a las tropas rusas. Pero un enfrentamiento con Shamil, otro líder, hace que decida pasarse al bando ruso, traicionando a los suyos.

Me gustó especialmente el contraste entre la vida de los rebeldes y los oficiales rusos, así como la historia. No sé dónde leí que Tolstoi tenía siempre que escribir descripciones eternas, pero aquí no hay nada de eso, la trama discurre rápida y con ritmo. Coincido con la excelente reseña de solodelibros: Hadjí Murat – Lev N. Tolstói

Calificación: Muy bueno.

Un día, un libro (231/365)

Extracto:
En ella, la madre de Petruja, antes que nada, enviaba su bendición; en segundo lugar, saludos de todos y comunicaba la muerte del padrino, y finalmente la noticia de que Aksinia (la mujer de Piotr) «no quiso vivir con nosotros y se fue de sirvienta. Dicen que vive bien y con decencia». Se refería al regalo, al rublo, y después, palabra por palabra, venía lo que la vieja, compungida, con lágrimas, mandó escribir al sacristán: «Y además, hijito mío querido, cariño mío Petrushenka, me quedé sin lágrimas en los ojos de tanto llorarte. Sol de mi vida, ¿por qué me has abandonado…?» En este punto, la vieja chilló, lloró y dijo:
—-Que quede así.
Y así quedó, pero Petruja no llegó a recibir la noticia de que su mujer se había ido de casa, ni el rublo, ni las últimas palabras de la madre. La carta y el dinero fueron devueltos con la noticia de que Petruja había caído en la guerra «defendiendo al zar, la patria y la fe ortodoxa». Así lo puso el escribiente. Al recibir la noticia, la vieja lloró mientras tuvo tiempo, pero después se puso a trabajar. Al domingo siguiente fue a la iglesia y repartió trozos de pan bendito «a la buena gente, para que recordasen al siervo de Dios, Piotr».
Aksinia, la viuda, también gimoteó al. conocer la muerte del «entrañable marido con el cual había vivido sólo un añito». Sentía pena del marido y de toda su vida destrozada. En sus gemidos recordó «los rizos rubios de Piotr Mijáilovich, y su amor, y su amarga existencia con el huérfano Vanka», y reprochaba dolorida a «Petrusha por haber compadecido al hermano, pero no a ella, la pobre, que ahora tenía que vivir entre gentes extrañas».
Pero en el fondo del alma Aksinia se alegró de la muerte de Piotr. Estaba otra vez embarazada del almacenista en casa del cual vivía, y ahora nadie podría xeñirla, y el almacenista se casaría con ella, como le prometió cuando la incitó al amor.

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