Laura Fernández. Wendolin Kramer.

mayo 30, 2014

Laura Fernández, Wendolin Kramer
Seix-Barral, 2011. 286 páginas.

Un libro capaz de juntar a la vez elogios de gente tan dispar Tongoy , Portnoy y de Malherido merece una ojeada. O dos.

Wendolin Kramer soñaba con ser superheroína y ahora intenta ser detective, sin suerte. Francis Domino, que fue un falso detective y un auténtico gigoló quiere tener la fama que cree que le corresponde. La editora de los libros de Vendolin Woolfin quiere evitar el desastre que se le viene encima y está dispuesta a llegar a todo. No se pierdan el desenlace y el trepidante final.

Empezaremos con lo bueno y luego daremos los palos. Es un libro bien construído y escrito, divertido, fresco, con personajes y situaciones delirantes. Mantiene pulso e interés narrativo hasta el final, y me ha gustado hasta el punto que seguramente caerá el anterior de la autora.

Pero cuando Javier Calvo lo compara en la portada con Douglas Adams o Vonnegut, pues va a ser que no. Que no es para tanto la cosa. Y que como dice Malherido es un libro simpático y la simpatía no es una virtud literaria.

Es muy disfrutable, que no es poco. Otra reseña aquí: Wendolin Kramer de Laura Fernández

Calificación: Muy bueno.

Extracto:
SI VA EN SERIO, CARIÑO, DATE POR MUERTO
El anuncio ocupaba buena parte de la página 73 de las Páginas Amarillas. En la letra «D», de detectives. Las Páginas Amarillas son al mundo de la pequeña empresa lo que a las abejas una antología de Sylvia Plath, esto es, una especie de Biblia, sólo que en versión directorio telefónico. En dicho directorio había la opción de ser simplemente citado o de pagar un poco más y aparecer a lo grande. Francis era de estos últimos, por eso su anuncio ocupaba buena parte de la página 73. El anuncio decía:

AVERIGÜELO YA. LLAME A FRANCIS DÓMINO. NO SE ARREPENTIRÁ.

Y estaba patrocinado por Detective Atractivo S.A., una empresa de contactos encubierta. Era el teléfono de dicha empresa el que sonaba cuando alguien marcaba el número que aparecía en el anuncio. Francis había llegado a ser su mejor agente, había llegado a tener hasta tres aman-
tes por día. Realmente había muchas mujeres deseosas de acostarse con un detective, un supuesto detective, aunque en el caso de Francis esto no era del todo cierto, porque él realmente había sido detective antes que, admitámoslo de una vez, gigoló. Pero de eso hacía mucho tiempo.
Francis Dómino se había dejado reclutar por Detective Atractivo hacía tres años.
Tres años en los que su colección de cajetillas de cigarrillos no había dejado de crecer.
Cada una de sus conquistas (a menudo Francis burlaba su acuerdo con Detective Atractivo e iniciaba pequeñas y provechosas aventuras con sus dientas más atractivas) le prometía una nueva cajetilla de cigarrillos, más rara que la anterior, y siempre la conseguía. A veces, por las noches, mientras esperaba a que el sueño lo atrapara, Francis se preguntaba cómo conseguían esas mujeres las cajetillas.
Entonces se encogía de hombros y se decía:
—¿Acaso importa?
Y luego se reía.
Sí, digamos que Francis Dómino era un tipo listo, y que, en tales circunstancias, toparse con Roberta Glanton no había sido más que el jaque mate de una partida que lo había mantenido a base de caviar y lencería de encaje desde que decidió cambiar la cámara de fotos por las esposas de peluche.
«Siempre has sido demasiado guapo», le dijo una vez Linda.
—¿Sabes una cosa, Nancy? Todavía la echo de menos. —Francis estaba hablando con la fotografía de Nancy Sinatra que presidía su despacho.

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