La terrible verdad detrás del Ulysses de Joyce

diciembre 28, 2012

El tener esta bitácora me ha permitido conocer a gente relacionada con la literatura, pero mi trabajo como informático, por razones retorcidas, me ha dado la oportunidad de conocer a dos personas que tienen acceso -no explicaré por qué para que permanezcan en el anonimato- a la biblioteca de Francisco Rico. El otro día, tras unas copas, les comenté la última tontería de Coehlo: “El ‘Ulises’ de Joyce hizo mucho mal a la literatura”, y esperaba que se rieran conmigo. En vez de eso se miraron de una manera extraña. «Si te contamos una cosa ¿guardarías el secreto?» Respondí que sí con vehemencia, mientras cruzaba los dedos en mi espalda.

Me llevaron a la biblioteca de Rico, y sacaron de un archivador una carpeta. En la portada tenía escrito Finnegans Joke. Dentro encontré una serie de documentos, cartas, algunos fotocopiados pero otros indudablemente originales. «El Ulysses esconde uno de las mayores conspiraciones de la historia de la literatura. Los documentos que tienes ahora en las manos son algunas de las pruebas. Joyce lo escribió como una broma, un reto a los críticos literarios, ya lo dijo en muchas ocasiones: daré trabajo a los críticos durante generaciones. Algunos recogieron el guante y lo apoyaron sin reservas. Envalentonado, Joyce atacó con el Finnegan’s wake, un texto a todas luces ilegible, pero que consiguieron colocar como una de las obras cumbres de la literatura. En esta carta, por ejemplo, Eugene Jolas le comenta a Joyce lo que le costó aguantarse la risa cuando le presentó el texto a unos amigos suyos.»

No podía creer los que estaba oyendo, pero las pruebas estaban allí, en mis manos. Me parecía increíble que algo así se hubiera mantenido durante tanto tiempo.

«Seguramente tarde o temprano hubiera saltado la liebre, pero hubo un problema; la broma se les escapó de las manos y llegó al mundo del arte. El cubismo tenía un pase pero ¿un cuadrado blanco sobre fondo blanco? Y luego Duchamp expuso su famoso urinario y las cosas se salieron de madre. Duchamp se arrepintió mucho de ese gesto y dejó su actividad artística para siempre. El problema es que se estaban pagando grandes sumas de dinero por estas supuestas obras. Tirar de la manta implicaría un desastre económico, así que se huyó hacia delante. ¿Realmente alguien puede pensar que cosas como My bed son arte? Nadie en su sano juicio, desde luego. Toda la crítica actual del arte y de la literatura está basada en una gran mentira.»

La cabeza me daba vueltas. ¿Quería esto decir que autores despreciados como Coelho podían tener valor?

«No, por supuesto. Las tonterías de Coelho o Dan Brown son basura desde cualquier punto de vista. Pero hay autores encumbrados por la crítica para mantener las apariencias. Un ladrillo como Saul ante Samuel es totalmente incomprensible; sólo puede alabarse como una broma. Pero hay autores que saben contar bien las cosas; a Rico, particularmente, le encanta Stephen King. Que, por otra parte, siempre ha querido desmarcarse de la alta cultura, es posible que sospeche algo.»

Les devolví la carpeta y nos despedimos en la puerta. Era mucho para asimilar, y las copas de más no ayudaban. Al llegar a casa hice un expurgo en mi biblioteca. Fuera Joyce y Benet ¡a mi no me vuelven a engañar! Les aconsejo que hagan lo mismo.

8 comentarios

  • Luis diciembre 28, 2012en12:52 pm

    Y cortazar? Y Borges? Y Garcia Marquez? Y … A la mierda ! Farsantes! 🙂

  • Vigo diciembre 28, 2012en1:14 pm

    Cualquier día Stephen King nos saca un Don Quijote versión Z que a Francisco Rico se le van a caer las lágrimas de emoción.

  • Seikilos diciembre 28, 2012en3:16 pm

    Celebro tu tradicional broma anual, pero no dejo de pensar en las posibilidades. El «Ulysses» es uno de esos libros que, para retomar tu tema del viaje en el tiempo, si uno se lo sustrajera a la Historia, volvería a un presente completamente distinto en la literatura. Sin «Ulysses» no hay Faulkner. Sin Faulkner no hay García Márquez, no hay Onetti, no hay Vargas Llosa, es decir, no hay boom latinoamericano. Sin «The Sound and the Fury» yo me quedaría sin uno de los libros que más deleitó mi adolescencia: «More than human», de Sturgeon. Sin la pedantería de Joyce, desaparecerían muchísimos escritores valiosos. No habría Beckett. Sin Beckett no habría Pinter. Sin Joyce no hubiera existido Saramago, Salman Rushdie, Updike. «Mrs Dalloway» no se hubiera escrito nunca sin «Ulysses», o no habría sido lo que es. Desaparecería también «Respiración Artificial», y con ese libro, desaparecería Piglia. ¿La obra de Borges hubiera sido más barroca si «Ulysses» no hubiera servido de advertencia? ¿Qué matices desaparecerían de Nabokov? El vértigo de un big bang sin chispa inicial: uno pensaría que un presente empobrecido de tal manera sería harto conveniente para Coelho.

  • Jose C diciembre 28, 2012en3:23 pm

    En el mundo de la realidad, una simple evidencia puede cambiarlo todo. Si se descubre que el padre de la niña es el asesino todo cambia de la noche al día. Pero en la literatura no hay tantos inocentes ni culpables. El detalle de la broma es irrelevante, todo es ironía en una buena obra. La única sepultura que haría daño al Ulysses es el olvido. Y en eso estamos trabajando codo con codo.

  • Sílvia diciembre 28, 2012en8:07 pm

    Em demanava que en diries avui, com t’ho curres!!!!! Llàstima que fins el vespre no l’he pogut veure, però amb ànsia, això sí.

  • Panta enero 1, 2013en12:08 am

    Seikilos : desconocía todas esas intricadas relaciones causales…las iré estudiando.
    Mientras tanto, déjenme en mi ignorancia seguir pensando que si un detonante falla otro hubiese surgido.

    Saludos

  • Alejandro Gamero enero 2, 2013en1:10 am

    Creo que la idea da para un relato buenísimo. ¡Me ha encantado!

  • Palimp enero 7, 2013en5:31 pm

    Lo que apunta Seikilos siempre me ha dado vueltas en la cabeza. La ciencia es un camino de una dirección, las cosas se descubrirán más tarde o más temprano, pero siempre serán las mismas. En el arte la influencia de las obras pasadas (por imitación o alejamiento) es determinante, y su existencia es casual (imaginemos que a Kafka le hubieran hecho caso).

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