José Sanchis Sinisterra. Mísero Próspero y otras breverías.

octubre 19, 2007

Editorial Julia García Verdugo, 2000. 96 páginas.

José Sanchís Sinisterra, Mísero Próspero y otras Breverías
En frasco pequeño

Otras nueve piezas de Sanchis Sinisterra, breves y buenas, de las que aquí tienen una lista:

Mísero Próspero

Dos Tristes Tigres
De Tigres
Transacción
Casi Todas Locas
La Calle-Del Remolino

Claroscuros
Lo Bueno De Las Flores Es Que Se Marchitan Pronto
Mal Dormir
Retrato De Mujer Con Sombras

El Canto De La Rana
Introducción
Acto Único

Empieza con una versión del Próspero de La tempestad y acaba con un homenaje a Cosme Pérez, que encarnó durante casi cuarenta años a Juan Rana, la única máscara del teatro del Siglo de Oro. El juego entre dónde acaba el actor y dónde el personaje es habitual en el metateatro de Sanchis Sinisterra.

La brevedad y la calidad de estas piezas las hacen excelentes para ejercicios de talleres actorales.

Escuchando: Get free. The Vines.


Extracto:[-]
No me lo puedo creer. Si esto lo hubieras hecho cuando lo de Susana, ¿ves?, ahí sí que lo hubiera entendido. Tantos años aguantándola, comprándole pastillas y jarabes, sobándole el rosario, teniendo que lavarte cada vez con agua bendita, para, luego… Eso sí que fue una mala jugada. Y con un misionero, además. Qué falta de… de… de todo, vamos. Pero, en cambio, ya ves: aguantaste como un hombre. Sin pestañear. Sin acomplejarte. Y a los pocos meses, ¿qué? Pues que ya tenías otra, claro que sí… A un tipo como tú, lo que le sobran son mujeres.

Quieto, Basilio, quieto… Si te mueves es peor. Sujétate la mandíbula…. Así… Muy bien… Pues eso: que ya tenías otra. Claro que yo, con Marilú, no me hubiera confiado tanto. Bien está ser liberal y moderno, pero a las hembras como Marilú, y perdona que te diga, hay que atarlas corto, ¿no te parece? Y que lo pongan a uno en ridículo en la propia oficina, ni hablar. Eso sí que no. Pero tú, claro, ciego con aquellas mantecas… en las nubes. Yo, por Marilú, lo hubiera entendido, ya ves. Y más, después de las cuaresmas con Susana… Lo hubiera entendido. Un disgustazo, claro, pero lo hubiera entendido.

Ahora: que te suicides por Clotilde, la verdad, me parece una ordinariez, perdona que te diga. Una ordinariez. Ya no te hablo de Conchita, fíjate, ni de Sandra, que se portaron contigo como unas malnacidas. Y las dos con las mismas mañas, si no recuerdo mal: aprovechando tus viajes… La una, además, dejándote hasta el cuello de deudas, ¿no? Y la otra, una gonorrea de orangután, ¿te acuerdas? Y decía que era virgen, el angelito…

Sí: lo de Conchita fue para destrozar a cualquiera, lo reconozco. Y la verdad es que temí por tu salud mental. ¿No te lo había dicho?… Pero volviste del balneario tan repuesto, tan animoso, que pensé: «Con Basilio no hay quien pueda, desde luego… » Y me alegré mucho cuando conociste a Sandra, tan juvenil, tan fina… «Eso le hará bien a Basilio», pensé, «instruir a una virgen en los secretos del amor…» Quién nos iba a decir que… Porque Sandra fue la del homeópata, ¿verdad? Menudo tipo… Es que hoy ya no te puedes fiar de nadie. Menudo tipo y menudo tratamiento… Yo, y perdona que te diga, creo que ahí estuviste demasiado blando.

¿Es tuyo este diente? Sí, creo que sí. Guárdatelo, por si acaso… Qué barbaridad… Y esto del hombro, ¿cómo te lo has hecho? Aquí no hay venda que valga… Mira este descoyunto… ¿Te duele si lo muevo?… Perdona, perdona… Esto, mejor que te lo vea el médico. Yo sólo sé de primeros auxilios. ¿Y todo te lo has hecho con la licuadora?… Esa es otra: ¿a quién se le ocurre suicidarse con una licuadora?

En serio, Basilio: si no lo veo, no lo creo. Y todo por esa Clotilde, que ni sabe lo que es un orgasmo… Bueno, lo supongo. Supongo que ni sabe lo que es un orgasmo, se le nota en la cara. Yo, en cuanto veo a una mujer, en seguida sé si tiene o no tiene orgasmo. No me preguntes cómo, pero lo sé. Lo noto en seguida. Y eso que muchas lo disimulan bastante bien. Ponen cara de decir: «Yo sí»… Y algunas, incluso lo imitan. En la cama, quiero decir: algunas imitan el orgasmo, y no les queda mal, ¿verdad?

Pero a ti y a mí no nos engañan, ¿eh, Basilio? Tú y yo somos unas fieras en eso. Sobre todo tú. Ya en la Facultad, ¿te acuerdas?, eras el rey de la jungla.. Donde ponías el ojo… ¿Y cómo era aquella clasificación? ¿Te acuerdas? Había cuatro clases, cuatro… categorías, sí… ¿Cómo era la cosa? Las frígidas, que eran la mayoría… Las tibias… Las cálidas, que eran ya muy pocas… Y luego, sí, una o dos por curso: las torrefactas… Eso es… ¿Te acuerdas? Qué tiempos aquellos… Y tú, el rey de la jungla. Esta quiero, ésta no quiero… A mí sólo me dejabas alguna que otra frígida, para consolarme… Claro, que no me quejo, ¿eh? No me quejo. Con ellas se aprende mucho. Una buena frígida es… como una academia militar, o un seminario… Tienes que dominar el cuerpo y el espíritu. Ahí te haces un hombre de pelo en pecho, ¿no te parece? Las torrefactas, en cambio, lo envician a uno, lo ablandan, lo vuelven un consentido y un gazmoño…

3 comentarios

  • bianca noviembre 20, 2007en5:34 pm

    Hola:

    Junto con felicitarte por publicar estas deliciosa líneas, quería consultarte si sabés de algún sitio donde pueda conseguir textos como este u otros del mismo autor en Buenos Aires (Argentina)o bien por la web.
    Mil gracias,
    un saludo.

  • Palimp noviembre 22, 2007en5:30 pm

    Gracias. Yo buscaría en la web iberlibro.com, que hay bastantes libros a buen precio. En formato electrónico nunca he encontrado nada del autor.

  • sara octubre 15, 2012en11:00 pm

    Hola.. alguien sabe si los derechos de la obra de Sanchis es vía editorial o alguna otra vía??

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.