José Luis Zárate. La máscara del héroe.

septiembre 15, 2010

Editorial AJEC, 2009. 288 páginas.

José Luis Zárate, La máscara del héroes
El revés de la trama

Soy un lector empedernido de la bitácora de José Luis Zárate, brillante creador de ficciones cortas. Cuando vi anunciado este libro tardé poco en comprarlo pese a lo que me cuesta aflojar el bolsillo para comprar novedades. Si había disfrutado tanto con la lectura de sus cuentos gratis, lo menos que podía hacer era compensarlo.

Recoge el volumen tres novelas cortas:

Del cielo profundo y del abismo

Ya la reseñé aquí: Premio UPC 2000. Un trasunto de Superman se enfrenta a sus propios fantasmas. Sigo pensando que la prosa no es la más adecuada para la historia, que está muy bien construida.

La ruta del hielo y la sal
Drácula llega a Inglaterra en un barco, y nadie nos ha contado su historia. El capitán del barco tiene también sus propios demonios y los azares de la navegación se mezclarán con los fantasmas del pasado. Aquí la prosa, exquisita, armoniza con la historia y con el tema vampírico. Muy buena.

Xanto. Novelucha libre
¿Quién es el más apropiado para luchar con las fuerzas del caos? ¿Qué heroe será capaz de detener a las fuerzas de la oscuridad? Miles de convocantes han atraído a los monstruos de otras dimensiones, que destruirán toda forma de vida si algún luchador no logra impedirlo. Parodia homenaje que te atrapa y te arranca más de una sonrisa. Buenísima.

Muchos dicen que la ciencia ficción está muerta. Con sus temas agotados y absorbida por el mainstream parece que no da más de sí. Yo creo que no es cierto. Hay rutas nuevas que no sé si renovarán el género, pero que a mi me causan muchos momentos de placer. Por un lado tenemos a escritoras como Connie Willis que cuando no escribe ciencia ficción lo parece. Tenemos el caso de Jasper Fforde, que inventa mundos completamente nuevos.

Y luego tenemos el caso de escritores como Barreiro, Félix J. Palma, Paulo Di Filippo o José Luis Zárate que escriben una ciencia ficción diferente. Es curioso que los cuatro libros comparta estructura; tres novelas cortas a veces relacionadas que beben de modelos antiguos o de iconos pero que iluminan con un enfoque especial o diferente.

Mientras haya escritores como José Luis Zárate, la ciencia ficción está a salvo.

Actualización: Tal como lo explica en su bitácora (La ruta del hielo y la sal finalista premio Ignotus) y Juanma lo había hecho antes (Finalistas de los premios Ignotus) la novela corta La ruta del hielo y la sal es finalista de los premios Ignotus.


Extracto:[-]

No hubo ninguna imagen televisiva, ni un reportero a tiro de cámara. Llegaron cuando ya el auto y la patrulla eran escombros, humo aclarándose en el aire. La multitud se había ido a su casita, maravillada por los acontecimientos del día. Los niños se llevaron, como juguetes y memoria: pedacitos de capa, de coche, de moto. Los pocos testigos fidedignos se habían marchado ya a divulgar la noticia más allá de la comunicación de masas; por medio de la comunicación de mesas (de cantina, de cafés, sobremesas familiares). Y mientras la anécdota daba vueltas, se transformaba: era más brillante al pasar por cada nueva boca, tenía más aire de verosimilitud entre más se repetía. La leyenda en marcha. El Xanto en motocicleta esquivando mil obstáculos y a una patrulla llena hasta los topes de gendarmes ametrallando a quien estuviera junto, que si bien nunca se encontró ahí, la imaginación la colocó porque hacía falta: alguien echando tiros y tratando de detener la heroica acción de liberar a un inocente atrapado en una pipa de gas. Las charlas sobre esa acción eran ceremonias sencillas, pero aún así profundas. Quien lo narraba se volvía no sólo un mero espectador, sino una parte importante del hecho. De alguna manera, todos los que hablaron de esos segundos vertiginosos se convirtieron en el Xanto. Ese mismo Xanto que de inmediato identificaron como el verdadero, el real Luchador de las Multitudes. El auténtico enmascarado que, por supuesto, no tenía nada que ver con el delincuente que los miraba desde los carteles de recompensa, acusado de todo, culpable de cualquier crimen; según los impresos narcoluchador, porque ahora los malos eran narcos y si aún los caballos fueran lo más preciado en un mundo sin autos sería acusado de ladrón de caballos, cuatrero. El público empezó a desconfiar. Intuía, como hace siempre, que se buscaba al Luchador de las Multitudes por algo muy diferente a lo que se afirmaba. Estaban en lo cierto. De pronto, cada uno de los carteles que prometían una recompensa se volvió una aclamación. Les gané, decía la voz silenciosa del luchador, gritaba con su ausencia: triunfé sobre estos millones, ya que nadie me ha entregado soy más poderoso que la codicia, que estos carteles obsesivos y los perros tras mi pista. Una ovación impresa. Un triunfo sobre esos traidores a dos tintas. Y a la gente le encantaba que alguien ganara en alguna ocasión. Cuando el jefe de la policía habló de los daños causados por el enmascarado al paso a desnivel, culpable de dañar una importante arteria de esa ciudad desangrada, aún los que no habían estado presentes, ni habían oído del rescate, desconfiaron. La magia no tuvo nada que ver en ello. Fue la magnitud de la cacería, los rumores terribles contra el Xanto. En un principio la ciudad los ignoró, pero el rescate no fue un rumor. Fue un hecho comprobado. Ahí estaban los restos de los autos, el par de oficiales heridos que fracasaron al intentar capturar al Luchador de las Multitudes. No invenciones. Todos lo vieron. Todos fueron testigos. Todos podían jurar que era verdad. Aún los que no estuvieron ahí. El Xanto bajó del paso a desnivel ondeando su capa, a salvar a alguien en problemas. Cualquiera podía estar en problemas. Cualquiera, en esta vida tan rara, podría encontrarse, sin saber cómo, atado a una pipa sin control. Que bueno que exista el Xanto, qué hermoso, qué justo I que haya Xantos. Aunque los medios de comunicación digan lo que digan; sólo es importante esa sensación de justicia, ese símbolo de que no todo está perdido. Las leyes parecen que se han vuelto en contra de todos aquellos que no tienen ningún poder, entonces, si hay alguien tan chingón como el Xanto, si existe alguien dispuesto a sacrificarse por un desconocido atado a las llamas, entonces no es raro que los códigos y las reglas no lo entiendan, es ya difícil explicar cosas tan sencillas como un héroe. Es lógico que, ahora, los héroes estén al otro lado de la ley. Por ello, por eso, por todo, la gente recordó que, en realidad, siempre les ha ido a los técnicos, aunque los rudos tengan de su parte al réferi. Siendo así se ama más a los técnicos.

De pronto fue sencillo darse cuenta de que, aunque los técnicos perdieran, ganaban. De pronto todos regresaron a esas épocas en que podían confiar al menos en algo:

El Xanto daría una buena lucha. Era bueno recordarlo.

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