Jorge Riechmann. El día que dejé de leer El País.

diciembre 28, 2017

Jorge Riechmann, El día que dejé de leer El País
Hiperion, 1997. 126 páginas.

Poco podía imaginar el autor lo vigente que iba a resultar su poemario veinte años después. El periódico nombrado ha ido escorándose a la derecha hasta resultar irreconocible. las noticias todavía se pueden recortar para construir poemas, sólo que cada vez son más negros. El pensamiento marxista, la izquierda, es todavía más necesaria que antes porque nos están comiendo por los pies.

Poesía comprometida, que arrastra su mala fama, pero que cuando es de calidad -como es el caso- consigue emocionar estéticamente y conmover ideológicamente.

Muy recomendable.

MENINA DA RÚA, 1994
¿No sería posible
que yo
volviera a nacer?

pregunta
una niña de la calle en Brasil

y lo transmite el periodista Dimenstein
que ha investigado esa masacre
—»un proceso sistemático de aniquilamiento:
a los niños se los tortura
se los aterroriza
se los prostituye»—
con riesgo de su vida.

Consideradas las cosas fríamente
y tras un somero cálculo de probabilidades
se impone la conclusión de que habría
que devolver a la realidad
a esa chiquilla:

¿cuántas veces
desgraciada
cuántas veces
tendrías que volver a nacer?


(Hace ya años, pospuse a mi libro Material móvil una cita de Jan Myrdal. Como entretanto los avatares de la vida laboral me han llevado de un centro de investigación y estudio —el departamento de sociología y metodología de las ciencias sociales de la Universidad de Barcelona— a otro centro de investigación y estudio —la Fundación Primero de Mayo en Madrid—, no me parece fuera de lugar volver a evocar aquellas palabras de Myrdal:)

«Hemos analizado cuidadosamente todas las guerras antes de que estallen. Pero no las hemos detenido. Describimos cómo los ricos explotan a los pobres. Vivimos entre los ricos. Vivimos de la explotación y vendemos las ideas a los ricos. Hemos descrito la tortura y hemos puesto nuestros nombres al pie de peticiones contra la tortura, pero no la hemos detenido. Ahora una vez más podemos analizar la situación mundial, describir las guerras y explicar por qué la mayoría son pobres y pasan hambre. Pero no hacemos más. No somos los portadores de la consciencia. Somos las prostitutas de la razón.»

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