Javier Marías. Tu Rostro Mañana (fiebre y lanza).

noviembre 7, 2011

Suma de Letras, 2004. 540 páginas.
Javier Marías, Tu Rostro Mañana (fiebre y lanza)
Presciencia

Marías causa división de opiniones. Para algunos es de los mejores escritores de la literatura actual, mientras que otros opinan que es un juntaletras con dudosas construcciones. Alguna vez he comentado por aquí que yo estoy a medio camino. Creo que su estilo está sobrevalorado, aunque dista de ser nefasto. Lo que sí valoro es su capacidad para construir historias originales e interesantes.

En este caso el protagonista, Deza, tiene un don. Tiene un buen olfato para juzgar a las personas. Su intuición le indica si alguien es o no de confianza, si miente, sus debilidades, etcétera. Una agencia se dedica a explotar sus habilidades, en teoría para el gobierno británico.

Dos defectos le he visto a este primer volumen. El primero, que no me resulta muy creíble la habilidad del protagonista. La primera vez que lo ponen a prueba me resultó una puesta en escena bastante falsa, aunque las siguientes me parecieron más consistentes.

El segundo es su estilo, más de lo mismo de otras obras suyas, quizás más recargado que de costumbre. Seguramente habrá quien lo aprecie, pero yo no: hubiera agradecido menos reflexiones encadenadas. Hay ocasiones en que para una situación que se podría explicar en dos páginas el autor ocupa 50. Eso es la literatura, claro, pero si no te termina de convencer el estilo se te hace largo.

Cosas curiosas, según se afirma en el extracto siguiente Andreu Nin aparece en una novela de James Bond:

Y allí estaba Nin en la novela de Fleming, bastante al principio, no tardé en encontrarlo, Wheeler había marcado el párrafo como había hecho con otros en el Doble Diario y en los demás libros, un lector minucioso y atento a la vez que impulsivo, escribía en los márgenes interjecciones burlescas, o notas despreciativas hacia el autor (no pasaba un razonamiento falso, ni la mentira, ni la ignorancia, ni la tontería: íSilly\ o Toolish’, dictaminaba parco y contundente a veces), o también entusiastas según los casos, y llamadas meramente rememorativas, y signos de admiración o de interrogación cuando no daba crédito a algo o lo juzgaba ininteligible[…]

Una justificación del don del protagonista:

apenas tarda unos segundos y sin poder remediarlo, aunque sea rudimentario y adopte la forma menos elaborada de todas, que es el gusto o el desagrado (los cuales sin embargo ya son juicios o su anticipación posible, lo que suele antecederlos, aunque mucha gente no dé nunca el paso ni cruce la raya, y así nunca salga de sus simples e inexplicables atracción o rechazo: para ellos inexplicables, al jamás dar ese paso y detenerse en lo epidérmico siempre). Y uno se sorprende diciéndose, casi sin querer, a solas ante la pantalla: ‘Me cae bien’, ‘A este tío no lo aguanto’, ‘Me la comería a besos’, ‘Me cae como un tiro’, ‘A ese lo que me pidiera’, ‘La abofetearía por esa cara’, ‘Un engreído’, ‘Está mintiendo’, ‘Su compasión es falsa’, ‘Qué mal le va a ir en la vida’, ‘Menudo capullo’, ‘Es un ángel’, ‘Es un creído, un soberbio’, ‘No soporto a estos dos cursis’, ‘Pobre, pobre’, ‘Lo fusilaría sin pestañear, en el acto’, ‘Me da lástima’, ‘Me revienta’, ‘Finge’, ‘Qué ingenuidad’, ‘Vaya jeta’, ‘Qué mujer inteligente’, ‘Qué asco me da’, ‘Me hace gracia’. El registro es infinito, cabe todo. Y el veredicto instantáneo es certero, o así se siente cuando llega (en el segundo instante ya no tanto). Se tiene una convicción, sin pasar por un solo argumento. Sin que razón alguna la sostenga.

Y una justificación de lo que me parece el fallo principal de lo que vertebra la trama. No creo que nadie pueda deducir el comportamiento de nadie con un vistazo, porque no somos de una pieza:

También podía saberse de antemano quién sería capaz de matar a sangre fría y quién de dejarse matar si se hacía preciso o se le ordenaba, aunque esto último es siempre lo más difícil de asegurar en todos; quién se echaría atrás y quién daría cualquier paso adelante, hasta el más demente; quién delataría, quién respaldaría, quién enmudecería, quién se enamoraría, quién envidiaría o sentiría celos, quién nos abandonaría a la intemperie o nos cubriría siempre. Quién podría vendernos; y quién caro y quién barato. Puede que las personas que hablaban rara vez contaran nada muy grave ni interesante, pero acababan por decirlo casi todo sobre ellas mismas, hasta cuando fingían. Eso fue lo que comprobaron. Eso es lo que sigue ocurriendo hoy en día, y es eso lo que sabemos.’
‘Pero las personas no son de una pieza’, dije yo. ‘Dependen de las circunstancias, de lo que les toque, y además van cambiando, se estropean
o mejoran o se confirman. Mi padre suele decir que, de no haber habido una guerra como la que tuvimos, la mayoría de los individuos que cometieron vilezas durante su transcurso, o a su conclusión y más tarde, habrían tenido seguramente una vida decorosa, o al menos sin grandes manchas; y nunca habrían averiguado de lo que eran capaces, para su suerte y la de sus víctimas. Mi padre fue una de éstas, usted lo sabe.’
‘Sí, las personas no son de una pieza, Jaco-bo, y tu padre está en lo cierto. Y nadie es para siempre así o de esta manera, quién no ha visto asomar de pronto en alguien querido un alarmante e inesperado rasgo (y entonces se le hunde a uno el mundo); siempre hay que estar alerta y nunca dar por definitivo nada; o no todo, mejor dicho, porque algunas cosas sí son sin vuelta. Y sin embargo, sin embargo: también es cierto que desde el principio vemos, en otros y en nosotros mismos, mucho más de lo que nos reconocemos. Ya te he dicho que el mayor problema es que no solemos querer ver, no nos atrevemos. Casi nadie se atreve a mirar de veras, y menos aún a confesarse o contarse lo que ve de veras, porque a menudo no es grato lo que se contempla o vislumbra con esa mirada que no se engaña, con la más profunda que no se conforma nunca con atravesar todas las capas, sino que después de la última todavía insiste.

Pero vamos, que ya me estoy leyendo el segundo, en el que voy por la página 100 y todavía no ha pasado prácticamente nada 🙂

Calificación: Regular.

Un día, un libro (68/365)

7 comentarios

  • Cities: Walking noviembre 7, 2011en2:13 pm

    Javier Marías, ¡qué sopor!

    XD

  • Madison noviembre 7, 2011en11:44 pm

    Fue mi primer Marías, y en ese momento empezó mi admiración.
    Un abrazo

  • Fernando noviembre 8, 2011en12:12 am

    Compré los tres (en papel) el otro día, después de unas pocas páginas creo que estos no van a ser libros para mi.

  • Palimp noviembre 9, 2011en12:53 pm

    División de opiniones en los comentarios ¡bien!

    Tendría que releerlo, pero creo que ‘Negra espalda del tiempo’ estba bastante bien en historia y estilo.

  • Madison noviembre 9, 2011en4:43 pm

    Y añado Todas las almas, defnitivamente Marías te exaspera y hace que le adores, no admite término medio.

  • Palimp noviembre 10, 2011en10:49 am

    Bueno, yo que soy una persona equilibrada a veces me gusta y otras no tanto. Esta la puse bien:

    http://lepisma.liblit.com/2005/12/26/javier-marias-el-siglo/

  • Juan febrero 9, 2012en12:13 pm

    Auténtico ladrillo. Tres libros que son un soberbio monumento al ego de su autor, cursi y pedante ad nauseam.

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