Isaac Asimov. La Edad de oro de la Ciencia Ficción I.

diciembre 7, 2011

Orbis, 1986. 224 páginas.
Tit. or. Before the golden age. Trad. Horacio González Trejo.
Varios, La Edad de oro de la Ciencia Ficción I
Nostalgia

En primer lugar, el título es engañoso, ya que la traducción correcta sería ‘Antes de la edad de oro’. Entiendo que vende más la edad de oro que lo que había antes. Pero esta antología la prepara Asimov, que considera la edad de oro del género del 38 en adelante, la era Campbell. Pero él tenía recuerdos de cómo se aficionó a la ciencia ficción y sus relatos preferidos de entonces. En esta primera selección están:

Edmond Hamilton, El hombre que evolucionó
Neil R. Jones, El satélite Jameson
Capt. S.P. Meek, Submicroscópico
Capt. S.P. Meek, Awlo de Ulm
P. Schuyler Miller, Tetraedros del espacio
Clifford D. Simak, El mundo del sol rojo

De los cuales aquí pueden encontrar un buen resumen: La edad de oro I, pero que a mí me han dejado más bien frío. Mucha acción, una credibilidad cientifica inexistente y poca calidad literaria.

Eso sí, acompañado de fragmentos biográficos de Asimov y de alguna relación entre estos relatos y otros que él escribió después. Bastante flojo, y todavía me queda la segunda parte. En el extracto pongo los datos de donde saqué la dirección de la entrada de ayer.

Calificación: Regular.

Un día, un libro (98/365)

Extracto:

De modo que si hubiéramos tardado un año más, no lo habríamos conseguido. Aunque hubiéramos podido entrar más adelante, no habría sido lo mismo. Cuando llegué tenía tres años, y naturalmente ya hablaba (en yiddish), pero era lo bastante pequeño como para aprender el inglés como lengua nativa y no adquirida, que no es lo mismo.
Mis padres hablaban ruso con fluidez, pero no se empeñaron en enseñarme esa lengua, sino que insistieron en que aprendiera el inglés tan bien y tan pronto como pudiera. Incluso ellos mismos se decidieron a aprender el inglés, con resultado razonable aunque no brillante.
En cierto sentido, lo lamento. Me habría gustado conocer la lengua de Pushkin, Tolstoy y Dostoievsky. Por otra parte, no habría permitido que nada me impidiera dominar realmente el inglés. Perdonadme este prejuicio: estoy convencido de que no hay idioma más majestuoso que el de Shakespeare, Milton y la King James Bible; si he de hablar un idioma y dominarlo como sólo un nativo puede conseguir, me considero increíblemente afortunado de que sea el inglés.
A partir de aquí comienzan los recuerdos propios. Recuerdo con toda claridad el primer sitio donde vivimos al llegar a los Estados Unidos. Incluso recuerdo las señas: Avenida Van Siclen 425, al este del neoyorquino barrio de Brooklyn.1 Viví en Brooklyn durante los diecinueve años siguientes a mi llegada a los Estados Unidos, y el acento de Brooklyn sigue acompañándome.
Nuestra vivienda de la Avenida Van Siclen no era lujosa; como no tenía electricidad, utilizábamos mecheros de gas. Carecía de calefacción central, pero teníamos una estufa de hierro colado que mi madre encendía con papel y teas.
Por fortuna, yo no sabía que esto significaba vivir en un barrio bajo. Era mi hogar y me sentía feliz. La estufa me fascinaba particularmente y siempre estaba cerca para ver a mi madre encender el fuego y amasar tallarines. En 1925, cuando nos mudamos a una vivienda mejor —-en la Avenida Miller 434—, a una manzana de distancia, lloré amargamente.
En febrero de 1925, poco después de mi quinto cumpleaños, comencé a asistir al parvulario. Si queréis más datos, se trataba de la Escuela Pública 182.
Normalmente habría ingresado al primer grado un año más tarde, después de cumplir seis años. Sin embargo, mi madre no quiso esperar.

1. Me parece un poco tonto el citar esta clase de datos. Quiero decir, ¿a quién le importarán las señas exactas? No obstante, ésta es una de las preguntas que me hacen a veces: «¿Dónde vivió exactamente al llegar a los Estados Unidos?» Espero que a nadie se le ocurra emprender una peregrinación a ese lugar. En aquel entonces era un barrio bajo y ha seguido bajando sin remedio.

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