Fernando Muñiz y Sergio Fidalgo. Barcelona on the rocks.

julio 8, 2012

Fernando Muñiz y Sergio Fidalgo, Barcelona on the rocks
Cara b, 2011. 274 páginas.

Siempre es bueno conocer bares originales, y en este libro hay una gran cantidad de ellos. Pero no los típicos bares de moda, o para turistas. No, bares de los de siempre, con historia, cutres incluso, pero todos con su elemento distintivo.

Desde La Papa, donde hoy se presentará el libro de las historias veinals, lugar de encuentro de poetas y escritores, hasta bares desconocidos que se llaman ‘El fracaso’.

Los autores los visitan, en ocasiones muy bien acompañados, se enteran de sus peculiaridades, y bien fotografiados y organizados por categorías, nos los cuentan. Un libro muy instructivo del que seguramente aparecerá una segunda parte.

Eso sí, el progreso no se detiene y aunque es un libro del año pasado algunos de los bares ya no existen. Yo he hecho un mapa con los que me parecieron más curiosos:


Ver Barcelona on the rocks en un mapa más grande

Calificación: Bueno.

Un día, un libro (311/365)

Extracto:
Cierta mañana de lunes, con el establecimiento a rebosar, el marido abandonó la barra y salió precipitadamente a la calle y ante la atónita mirada de clientes y transeúntes se lió, sin aparente provocación ni palabra alguna, a guantazos con un individuo que pasaba delante de la puerta en aquel justo momento. El sujeto en cuestión recibió golpes y puñetazos por varias generaciones, al igual que cualquier persona que se intentase interponer entre el enloquecido agresor y su víctima. Ante el alboroto creado bajaron varios vecinos que también cobraron su parte, incluida la esposa que también recibió lo que no está en los escritos. Las fuerzas de seguridad hicieron acto de presencia y tuvieron que emplearse muy a fondo para neutralizar aquel perturbado y pacificar la situación.
Mientras la policía se llevó detenido y esposado al agresor, varias ambulancias tuvieron que atender al infeliz agredido y a los múltiples contusionados en la reyerta que se produjo entre los animosos voluntarios que intentaron frenar aquel particular día de furia. Los clientes y testigos de aquella inusitada espiral de violencia aún deben estar preguntándose qué cable se fundió en la cabeza de aquel buen hombre aquella mañana de lunes en que las calles apenas estaban puestas.
Si usted, años después del incidente, fue testigo de aquel despropósito, puede dar por bien pagado este libro que tiene en sus manos, ya que está a punto de descubrir el porqué de todo plegado. Sigan atentos:
Cada mañana la esposa, cuando escuchaba ese inconfundible ruido del subir de las persianas de la granja, abría su puerta y su cama al vecino de enfrente. Una cama aún caliente del laborioso esposo en la cual retozaban hasta que él se iba a sus quehaceres laborales y ella bajaba a relevar al marido. Cuentan que en un alarde insuperable de cinismo, algunas veces, ese mismo vecino antes de enfilar rumbo al trabajo, hacía parada en la Fontal y se tomaba un café servido por el cornudo cónyuge que, lógicamente, no tenía noticia de lo que ocurría sólo unos metros por encima de las protuberancias que brotaban de su cabeza. Y así fue pasando el tiempo hasta que cierto día, lunes para más señas, el marido encontró el diario de su mujer y se lo bajó al bar y entre cafés con leche, bocadillos y pastas, fue leyéndolo, y entre estupefacto y enfurecido se le nubló el raciocinio. Y ya tienen servido, calentito como un café tempranero, el final de la historia que igualmente supuso el final de la Granja Fontal.

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