Fermín Herrero. Echarse al monte.

mayo 30, 2019

Fermín Herrero, Echarse al monte
Hiperion, 1997. 74 páginas.

Poemas que mezclan lo cotidiano con lo extraordinario, las desdichas particulares con el sufrimiento universal, empaquetados en estructuras originales, empezando por el título que es pie de página y por esas construcciones en cruz donde el verso se alterna con la prosa y que llama la atención desde lo visual para después atraparnos en las redes del lenguaje.

En el frío me dejas y es temprano y se nos contagia el aliento de hielo de los poemas, nacido en el corazón de Soria y que sopla levemente sobre un lector desprevenido que ya ha metido un pie en la trampa y se desangra sin darse cuenta que el rastro rojo sobre la nieve que está siguiendo es el suyo propio.

Tijuana, México, George Oppen pide dos
margaritas más. La puta, bien bragada, se llama Irene
y nada busca, inmóvil, seca. Sus ojos
de coyote han visto cómo se morían,
con la ferocidad de los palenques,
sus hijos, han encallecido en el polvo
y la balacera. Quién pudiera dormir
bajo el alarido de los jemeres rojos
o la nieve de Leningrado. Vuela,
vuela, paloma. Pero la sombra
del gran vigía reclama el insomnio
en el latir de los mosquiteros y hay
tanto dolor metido dentro de las bocas
que más vale callarse, no sin antes
brindar por el granizo. Vuela,
paloma vuela.
—CORRIDO—

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