Enrique Gallud Jardiel. Enrique Jardiel Poncela.

enero 22, 2019

Enrique Gallud Jardiel, Enrique Jardiel Poncela
Espasa, 2001. 228 páginas.

No es la primera vez que aparece el nieto de Jardiel Poncela en este blog ni, por supuesto, el propio Jardiel. Dramaturgo y novelista genial ha sufrido el olvido por varias razones, la primera por su estilo tan personal y sus opiniones propias que han molestado históricamente a izquierdas y derechas.

Sus comedias, llenas de humor absurdo, no acaban de encontrar su público. Para los intelectuales es demasiado popular y para la gente que gusta de entretenimiento es demasiado intelectual. Así que queda en el limbo para disfrute de los que también tenemos opiniones propias y podemos disfrutar de un buen entretenimiento de calidad.

En el libro se detalla su biografía y obras, aportando datos de calidad y con una prosa amena y divulgativa. Se incluyen numerosas fotografías del autor, seguramente poco encontrables. Salvo una página en la que se pasa como de soslayo por el antisemitismo del autor y que incluso parece justificarlo, todo en el libro es delicioso.

Imprescindible para los amantes de Jardiel Poncela.

La razón de este giro en su producción literaria —aparte de su natural fascinación por el teatro y su propósito de dignificar ese arte— ha de hallarse en la actitud gubernamental ante sus obras. Él no sabía escribir pensando en la censura y no tenía sentido hacerlo si luego la obra iba a ser prohibida o mutilada. Sus cuatro novelas principales fueron prohibidas en 1936 por el gobierno de izquierdas de la República, que las consideraba demasiado de derechas.
Pero lo paradójico del caso es que el gobierno del general Franco también las prohibió porque eran ¡ demasiado izquierdistas! (No aparecerían de nuevo hasta 1958, solo en las Obras completas y con la condición de que no se hiciese publicidad de ellas.) Jardiel es el único hombre de letras conocido cuyas obras han sido censuradas por dos ideologías antagónicas, lo que demuestra claramente a qué se exponen los intelectuales de personalidad individualista como él.
En una carta a un admirador, fechada en 1946, se lamentó de esta situación y abogó por la libertad de expresión:
Como Vd. ve, no acierto mucho al escribir con los gustos y criterios de los que bajo dos regímenes diametralmente opuestos ejercen y han ejercido la fiscalización artística. Claro, que lo natural sería que la fiscalización artística no se ejerciera bajo ningún régimen.

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