Connie Willis y Cynthia Felice. Raid de luz.

enero 29, 2010

Ediciones Júcar, 1991. 242 páginas.
Tit. Or. Light raid. Trad. Elías Sarhan.

Connie Willis y Cynthis Felice, Raid de luz
Mundo en guerra

Vi este libro en la biblioteca y aunque no tengo ni idea de quién es Cynthia Felice el nombre de Willis es suficiente para que me lo lea . Aunque en la portada ponga que se trata de Una historia de amor y aventura en un mundo devastado por la sequía, la guerra y los ataques laser.

Estamos en un mundo muy diferente del nuestro -no se aclara si es porque transcurre en un futuro lejano o porque se parece al nuestro pero no es el mismo, que es lo que me parece más probable. Hay una guerra civil entre el este y el oeste de Norteamérica y los ataques son como los bombardeos de la segunda guerra mundial pero con rayos láser. La helena Ariadne, de diecisiete años, está refugiada en la neutral Victoria. Al no tener noticias de su padre -que junto con su madre trabaja en la poderosa Hydra Corps- decide volver con ellos para encontrase con que su madre está detenida por alta traición.

Nada que ver con lo que esto acostumbrado a leer de la autora. No sé si porque era primeriza o por la influencia de Cynthia Felice. Se lee de un tirón y engancha, pero los personajes son bastante planos y en ocasiones increíbles y no aburre por la cantidad de acción que tiene, no por sus cualidades literarias. Entretenido pero olvidable.


Extracto:[-]

Me desperté deseando estar todavía en Victoria. Por lo menos, de lo único que tenía que preocuparme allí era de mantener alimentada a la camada de la señora Ponsonby y cambiarles los pañales para la siesta. Aquí se me presentaba la elección de tantas preocupaciones, que me podría llevar todo el día anotarlas, sin contar con la decisión de cómo abordarlas. Siempre que hubiera algo que se pudiera hacer al respecto.

Mi madre se hallaba en la cárcel, mi padre pensaba que yo era «una traidora y una puta», para utilizar sus propias palabras. Joss y Essex no parecían compartir esa idea, pero los dos tenían la convicción de que mi madre estaba saboteando a la Hydra Corp, y yo no sabía qué pensar. No creía que Essex hubiera inventado unas acusaciones contra mi madre con el fin de apoderarse de la Hydra Corp, a pesar de lo que papá había dicho; sin embargo, también sabía que no me estaban contando la historia completa y, si Joss era el sirviente de Essex, yo lo era de la señora Ponsonby.

Fuera lo que fuese, Joss había dejado una túnica y una clámide sobre el tocador, junto con un juego de toallas gruesas con el timbre real en ellas. ¿En qué no pensaba? ¿Zapatos? No. Había unas sencillas sandalias de cuero en el suelo. Me pareció un descaro lo de las ropas. Normalmente, la gente no llevaba vestidos formales para trabajar en la Hydra Corp, pero tampoco iban con monos ceñidos. Joss había llegado a la conclusión de que una vestimenta formal resultaba mejor que una indecente y, aunque odiaba estar de acuerdo con él, yo también lo pensé.

Me levanté de la cama, me quité el mono y me pasé la túnica por encima de la cabeza. Era sencilla y me llegaba hasta las rodillas, donde tenía un reborde de color púrpura, y era lo suficientemente informe como para irle bien a cualquiera. La clámide era de seda, sin duda importada, pero yo no pensaba llevarla, no con ese timbre real bordado en ella. Abrí el armario de mamá en busca de otra cosa.
En su interior había ropa colgada; sin embargo, lo único de m1 madre eran los vestidos de gala y los formales. El resto eran unas camisas limpias, un par de pantalones y un discreto uniforme de las
Fuerzas Aéreas de la Commonwealth. Entonces recordé que Joss había ocupado el dormitorio. Era más alto que yo, aunque no mucho más robusto, pero no pensaba coger ropas prestadas de él. Quizá pudiera pedirle algo a Gaea. Sabía que ella estaba aquí. La había visto ayer.

Me volví hacia el terminal de al lado de la cama y pedí el menú de Dónde está quien, pero mi viejo código sólo me proporcionó un mensaje de privilegio insuficiente, escrito con unas alarmantes letras escarlatas. Podría conseguir entrar, aunque me llevaría tiempo; entonces se me ocurrió que a esta hora Gaea estaría tomando el desayuno en la zona de estacionamiento. Si me apresuraba, la vería antes de que se marchara. Me eché otro vistazo en el espejo y llegué a la conclusión de que estaría decente en cuanto me peinara.

Empecé a rebuscar en los cajones del interior del armario. Suponía que las cosas de mamá también habrían sido retiradas, pero no me importaba robar un peine.
El primer cajón que abrí estaba lleno con cosas de Joss, pero no vi un peine ni nada con lo que pudiera sujetarme el cabello. Abrí el otro cajón superior. Las cosas que había allí de mamá no habían sido tocadas, ni siquiera su cepillo con dorso de plata. No debieron de haberle permitido que guardara por sí misma lo que se llevaría a la prisión, sólo le metieron algunas ropas en un bolso y se las enviaron, sin pensar remotamente en su pelo. Decidí preguntarle a Joss si me permitirían llevarle un paquete con sus cosas personales. Probablemente sospecharía que querría introducir un láser, aunque tal vez me dejara llevarle un cepillo y un peine y, así, tendría la oportunidad de verla.

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