Connie Willis. Lo mejor de Connie Willis II.

enero 31, 2012

Connie Willis, Lo mejor de COnnie Willis II
Ediciones B, 2010. 413 páginas.
Tit. Or. The Winds of Marble Arch an Other Stories. Trad. Pedro Jorge Romero.

Acabo de ver que entre la publicación de los dos tomos pasaron casi dos años, siendo como son dos partes del mismo libro. Algo no va bien en el mercado editorial. Los relatos aquí son los siguientes:

Realeza
La maldición de los reyes
Incluso la reina
Posada

Cuestiones de vida o muerte
Samaritano
Cultivo comercial
Jack
La última autocaravana

Y posteriormente
Rito para el entierro de los muertos
El alma escoge su propia compañía

Epifanías
Azar
En el Rialto
Epifanía

Algunos de los mejores son, como decía ayer, los incluídos también en El espíritu de la navidad. Pero de aquí destacaría La última autocaravana y En el rialto. Me ha gustado más esta segunda parte.

Una reseña mejor aquí: Lo mejor de Connie Willis II. Que yo ando con prisas.

Calificación: Muy bueno.

Un día, un libro (153/365)

Extracto:
—Porque quiero que llegues a Tempe con vida. Han retrasado la conferencia del gobernador a la una, así que no tendrás problemas. ¿Ya has usado la Eisenstadt?
—Ya te digo que acabo de llegar. Ni siquiera la he encendido.
—No la enciendes, se activa sola cuando la colocas sobre una superficie horizontal.
Genial. Probablemente de camino ya hubiese disparado todo el cartucho de cien fotos.
—Bien, si no la usas con la Winnebago, asegúrate de usarla en la rueda de prensa del gobernador. Por cierto, ¿te has pensado lo del traslado a investigación?
Era por eso que la Sun-Con estaba tan interesada en la Eisenstadt. Habría sido más fácil enviar un fotógrafo capaz de escribir que enviar a un fotógrafo y a un periodista, sobre todo en los pequeños Hitori de un solo asiento que pedían ahora, que fue como me había convertido en reportero gráfico. Y como eso había salido tan bien, ya puestos, ¿por qué mandar a nadie? Envía una Eisenstadt y una grabadora y ya no necesitas un Hitori ni crédito de carretera para llegar hasta donde sea. Puedes mandarlo por correo. La Eisenstadt puede estar colocada sin llamar la atención sobre la vieja mesa del gobernador y, al cabo de un rato, alguien viajar en un solo asiento, alguien que no tiene necesariamente que ser fotógrafo ni reportero, que entre a escondidas y la recupere. Ésa y una docena más.
—No —dije, mirando colina arriba. El anciano le dio un último repaso al guardabarros delantero y luego caminó hasta uno de los viejos maceteros bordeados de piedra del zoo y vació el cubo sobre una mezcolanza de chumberas que probablemente se lo tomarían por una lluvia de primavera y florecerían antes de que yo llegase arriba—. Mira, si debo hacer las fotos antes de que lleguen los turistas, mejor te dejo.
—Me gustaría que te lo pensaras. Y esta vez usa la Eisenstadt. Te gustará si la pruebas. Incluso olvidarás que es una cámara.
—Ya me lo imagino —dije.

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