Bitácoras y Libros III: La crónica

septiembre 30, 2007

El viernes pasado celebramos el tercer encuentro de Bitácoras y Libros en Barcelona. Nos reunimos en el Lletraferit las siguientes personas:

Frida, (Porque el mundo me ha hecho así)
Anna (Vinagre y sal)
Susanna ( Llegeixes o què?!)
Marcela (Las tres musas)
Sfer (Librosfera)
Mezkal (Sumidero mental)
Quiosquero y Quiosquera (Pies para quiosquero)
Vigo (La librería, Poemas en inglés, Poemas en francés)
Palimp (Cuchitril Literario)

Dada la asistencia de muchas caras nuevas se impuso una ronda de presentación, donde cada quien expuso cual era su blog y sobre que temas versaba. Para aquellos que no pudieron venir basta con hacer el recorrido por los enlaces que tienen arriba. Gracias a este punto de partida pude descubrir cosas nuevas de bitácoras conocidas, e incluso desentrañar el misterio del nombre de Sfer (que quedará en riguroso anonimato).

Antes de ir a la cena, y dado que Marcela tenía que marcharse, iniciamos la actividad propuesta por Sfer, y se leyeron algunos textos. Frida leyó Son todas unas putas, Marcela leyó también un texto propio acerca del enfrentamiento de una misma con el espejo y Vigo escogió Aplastamiento de las gotas, de Cortázar.

Tras despedirnos de Marcela nos dirigimos al restaurante, donde hablamos de lo divino y de lo humano entre copas de vino de garrafa y agua. Una vez concluída la cena, y pese a los intentos de los camareros por echarnos del local, terminamos de leer los textos que cada uno había llevado. Un servidor leyó este cuento de Di Benedetto porque fui incapaz de encontrar el libro de Karel Capek que quería leer. Anna leyó un artículo de Garci de 1987 que nos demostró que el amor sigue siendo el mismo. Quiosquero contó con mucha gracia su texto Lateralidad. El broche de oro lo puso Sfer con el cuento infantil Estaba oscuro y sospechosamente tranquilo, bellamente ilustrado y narrado. Ahí ya no pudimos soportar más los escobazos de los camareros y tuvimos que desalojar el local.

La última copa la tomamos Frida, Mezkal, Vigo y el que esto escribe en el habitual bar Raval. No terminamos de arreglar el mundo, pero seguimos disfrutando de una buena conversación.

Algunas fotos pueden encontrarlas en este set de Flickr: Bitácoras y Libros en Barcelona

Y como muestra un botón:

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Actualización: Aquí tienen los textos que leyó Anna:

Un centímetro, un milímetro

Escrito por José Luis Garci y publicado en Antena Semanal el 29 de marzo de 1987, cuando aún no había ni televisiones privadas ni móviles, aunque casi ni se nota: el mundo sigue dando vueltas, pero siempre sobre el mismo eje.

Llamó cerca de la una, al terminar la tele. Hacía un calor tremendo. La primera noche de verano. Me dijo que estaba mal, torcida, depre y con algo de fiebre. Y que no había manera con Marcos. Lo había intentado todo. Inútil. Marcos no quería volver. Marcos se había enamorado de una chica morenita que estudiaba Filosofía. La morenita pensaba largarse a la Acrópolis y el Egeo para darle duro a la historia helénica durante dos o tres años. Marcos estaba dispuesto a dejar el bufete. Pero la morenita parecía haberse cansado de Marcos. Le evitaba y le decía que el viaje quería hacerlo ella solita con «La Ilíada» bajo el brazo. Mentira. La morenita estaba encaprichada de un tipo de cuarenta y ocho años, sociólogo, con tres hijos, el mayor casi de su edad. Y era con ése, con el sociólogo, con quien ella deseaba viajar hacia Homero y su sabiduría. Pero el sociólogo, ¡ay! , no estaba por la labor. La morenita le gustó para eso, para un par de semanas primaverales en su despacho de Cea Bermúdez. El famoso rollo del abismo generacional. Estaba bien la morenita, muslos duros, pechos duros, todo duro, pero el Umberto Eco de la movida la encontraba asquerosamente vacía. Al sociólogo quien de verdad le gustaba, mejor dicho, de quien se había enamorado como si tuviera quince años, era de Maite, la arquitecto de melena rubia y ojos azules a lo Jacqueline Bisset. Los treinta y cinco años de Maite, tal vez alguno más, le daban una madurez fantástica, rotunda, desbordante de morbo. Cuando hicieron el amor aquella noche en Mérida, después de ver «La Orestíada» en el teatro romano, supo que era ella la mujer que había estado buscando durante mucho tiempo. Su acoplamiento en el primer coito, las miradas de después, aquellas caricias en la espalda, los besitos cortos en el cuello, todo, todo le hablaba con voces conocidas, o soñadas, o imaginadas. Era igual. El problema estaba en que Maite seguí acon la mente fija en el chico aquel de veinte años, rubio y delgado, que jugaba baloncesto y que siempre iba sin ropa interior. Sólo un vaquero y una camiseta. Y eso a ella le excitaba. Curioso, ¿no? Pues saber que tras el vaquero no había nada, la volvía loca. El sociólogo intentó no llevar sus slips abanderados durante una temporada, hasta que su mujer le preguntó la causa. El chaval del baloncesto estaba supercolgado de su novia, una chica rubita, Amelia, ojos de color cobre, boca ancha y roja y zapatillas blancas. Pero Amelia pasaba de su novio. Amelia vivía obsesionada con un periodista de cuarenta que…
Cuando mi amiga terminó su desahogo en esa noche calurosa, me asomé a la terraza. Encendí un winston y vi un par de estrellas fugaces. A lo mejor estaba pasando algo en el mundo, algo que no había venido en la prensa ni habían dicho por la radio ni en el telediario. Mirando el cielo de julio tuve la sensación de que todo el mundo sufría, que las personas parecían estar cruzadas. Pensé en un pequeño temblor, una pequeña sacudida que hubiera alterado un centímetro, un milímetro, el planeta. Suficiente. El gran tablero se había movido. La gente se había quedado descolocada, sin su sitio de siempre. Si no, ¿por qué casi todas las personas que conocía estaban sufriendo tanto? ¿O eso era eterno?…
Antes de acostarme, yo también llamé por teléfono para decirle «te quiero» a mi amor imposible. Pero comunicaba. Seguro que ella estaría diciéndole cien veces «mi amor, mi amor» a aquel estúpido piloto de Iberia que no la hacía ni caso.
(A Santiago Amón)

N.B. Un año más tarde, el 30 de junio, Santiago Amón fallecía en accidente de helicóptero cuando se trasladaba a Aguilar de Campoo para asistir a un acto relacionado con el románico que tanto apreciaba.

Salvat. 1994. pág. 34 y 35 Coleccón Grandes éxitos/Grandes escritoras

«Dándose la vuelta, se puso a andar. Su alto cuerpo vestido de negro parecía cincelar un camino por la abarrotada sala. Hasta que desapareció.
Una sensación de sosiego se apoderó de mí. Di un profundo suspiro, como si repentinamente me hubiera mudado de piel. Me senti viejo y satisfecho. La sacudida del reconocimiento había recorrido mi cuerpo como una descarga eléctrica. Por un instante había estado frente a un semejante, alguien de mi especie. Nos habíamos reconocido mutuamente. Me sentiría agradecido y dejaría que el recuerdo se desvaneciese.
Había llegado a puerto. Sólo por un instante, pero más que la mayoría. Era suficiente, bastaba para toda una vida.
Sólo que, por supuesto, no bastaba. Pero en esas primeras horas lo único que sentía era agradecimiento por haber vivido ese instante. Yo era como un viajero perdido en un país desconocido que de repente escucha no su lengua materna, sino el dialecto local que hablaba cuando era niño. Sin preguntarse si es la voz de un amigo o un enemigo, se lanza en dirección del dulce sonido del hogar. Mi alma se había lanzado en pos de Anna Barton. Supuse que en un caso como éste, que sólo nos concernía a Dios y a mí, era posible volver a dejar las cosas tal como estaban en un principio sin temor a dañar el corazón o la mente, el cuerpo o la vida.
Muchas vidas se dan de bruces contra esta lectura en esencia errónea. Contra la idea totalmente equivocada de que todo está bajo nuestro control. Que podemos avanzar o retroceder sin sufrir por ello. Después de todo, si yo había perdido mi alma, fue en privado, durante una fiesta en la que los demás miraban hacia otro lado.»

Y aquí están los enlaces que recomendó:

El blog de un teleoperador con post acerca de su trabajo y sus jugosas anécdotas, noticias suyas y algún consejillo que otro.

Libro de notas Muy recomendable tanto por su selección de artículos como por sus colaboradores, en especial Alber Vázquez.

Cuentos mínimos Bitácora de Maria José Barrios colaboradora de Libro de Notas (cuánto «Libro de Notas», hay que ver 🙂 )

La decadencia del ingenio. Jaime Rubio, el surrealismo con mucho humor y aguijón de como quien no quiere la cosa.

Y de ésta no hablamos, Microsiervos una bitácora interesante en general sobre asuntos que los de letras no solemos acercarnos.

9 comentarios

  • quiosquera octubre 1, 2007en9:41 am

    Fue un verdadero placer compartir la velada con todos vosotros.
    Un abrazo,

    Quiosquera

  • Magda octubre 1, 2007en10:32 am

    Me encantan tus reseñas de estos encuentros blogueros, Palimp, me alegra que la pasen contentos. A los que estamos fuera nos gustaría conocer los nombres de las personas de las fotos (muy bonitas, por cierto), para saber quien es quien, pero si no los hay igual las disfruto 🙂

  • Musa Rella octubre 1, 2007en4:07 pm

    Me ha encantado conoceros y espero que nos volvamos a ver muy pronto, para desgracia de los camareros :))

    Saludos
    Musa Rella

  • dantealegoria octubre 1, 2007en7:54 pm

    ¡Enhorabuena por el premio novela de Logroño. En otro orden de ideas, muchos concursantes no sabemos, ni sabremos jamás, cómo decide el jurado cuál es la novela merecedora de un premio. La mecánica de abrir la plica e indentificar al autor ha sido siempre un misterio. No se mantiene correspondencia con nadie, se dice que el fallo se emite un día equís y días después el ganador recibe el premio en una gala y hay que enterarse de un hecho consumado y no del debio proceso, nada trasparente, ni público. ¿Las plicas se abren a puerta cerrada, con el indebido misterio y secreto? ¿Por qué jamás un ganador es un ilustre desconocido? ¿Por qué los ganadores de premios literarios son conocidos mucho más que menos en el mundo de las letras? ¿Por qué hay tantos intelectuales a los que los concursos les parecen farsas? El premio Logroño empieza como muchos otros premios, aquí nadie sabe nada sino cuando el hecho se consumó. No es de extrañar que el mundo de la letras en el papel vaya de mal en peor. Quienes no creen en los concursos tienen razones de sobra para no creer. Y los blogs con creaciones literarias proliferan, lo que no es bueno ni malo, pero si tienen muy asustados a los editores de papel. Papel escrito, papel moneda, papel por papel ¿cuánto papel mojado a cambio del papel tan volatil del dinero? Loas a vencedor

  • Palimp octubre 3, 2007en9:38 am

    Quiosquera, el placer fue nuestro.

    Magda, gracias: no pongo quien es quien en las fotos porque hay quien quiere permanecer en el anonimato.

    Musa Rella, espero que la p´roxima vez puedas quedarte más tiempo.

    Gracias por la enhorabuena, pero que yo sepa no nos han dado ningún premio -de momento 🙂 –

    A veces hay ganadores que son desconocidos. Pocas, pero es que si no es probable que fueran conocidos.

  • Vigo octubre 3, 2007en11:52 pm

    Vaya te dan el Premio Novela de Logroño y no nos dices nada :P. Estuvo bien, y me gustó mucho el restaurante. Seguramente volveré allí con mi colla de amigotes.
    No he visto el correo hoy, y cuando lo he leído estaba fuera de Barcelona. Así que era muy complicado intentar veros.
    Otra vez será
    Vigo

  • Palimp octubre 4, 2007en4:10 pm

    Es que soy muy modesto 🙂

    Quedamos para otra vez, pues.

  • Idgie W. McGregor octubre 8, 2007en11:22 pm

    Bueno, pues me cuelo aquí sólo para mostraros mi sorpresa y mi alegría de que alguien, en la otra punta de España, haya mencionado mi blog en un encuentro de este tipo. Cosas como esta me hacen mucha, mucha ilusión. ¡Gracias! 🙂

    Además, me encanta el hecho de que a partir de los blogs podamos compartir y mover cosas también en «la vida real». Que no quede todo en una pantalla, porque creo que ponemos mucho de nosotros mismos en todo esto, ¿verdad?

  • Palimp octubre 10, 2007en8:26 am

    No sólo lo mencionaron, sino que me interesó mucho. Me gustan los cuentos mínimos y tu blog es una delicia.

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