Benito Pérez Galdós. El amigo manso.

septiembre 24, 2012

Benito Pérez Galdós, Obras completas

Alguien me lo votó en el esclavo lector, donde hay otras obras del autor esperando votantes que las aupen. Gracias por votarlo, me ha encantado. Hay buenas reseñas en la red, pero me quedo con la de solo de libros (otra aquí: El amigo manso). Si la leen no hace falta que sigan con ésta.

De un personaje que se llama Máximo Manso no se pueden esperar heroísmos. Si además digo que me he identificado bastante con él, yo tampoco quedaré lucido. Pero así ha sido. Un profesor que vive su vida tranquilamente, hasta que llega su hermano de Cuba con una gran familia y le trastoca completamente. Su caracter apacible y su sensatez le servirá a los demás, pero no a sí mismo.

Galdós es una fiera con el retrato de personajes, y aquí no es menos; gorronas incansables, nuevos ricos con ínfulas políticas, la pujante clase media alta, amas de cría que más parecen animales. Pero la historia acompaña ¡y como! Ese amor otoñal que sabemos no podrá cumplirse, cuya resolución el protagonista acepta con su buen conformar.

En más de una ocasión utiliza el protagonista suelta una fresca, para enterarnos renglón seguido que ha sido sólo en el pensamiento. Lo mismito que en algunas series de ahora. Y es que en el XIX ya usaban eficaces recursos narrativos.

Les dejo el fragmento de cuando el amigo Manso empieza a perder su tranquilidad, y un par que enseñan -y denuncian- las condiciones que sufrían aquellas mozas que querían se amas de cría. Porque lo de dar el propio pecho es un invento de ahora.

Calificación: Muy bueno.

Extractos:
-¡Qué chinchoso!… Quiero melón.
En tanto la niña Chucha (así llamaban a la suegra de mi hermano), que desde el principio de la comida no había cesado de dirigir acerbas críticas a la cocina española, ponía los ojos en blanco para lanzar una exclamación y un suspiro, consagrados ambos a echar de menos el moniato, la yuca, el ñame, la malanga y demás vegetales que componen la vianda. De repente la buena señora, mareada del estruendo que en la mesa había, llenaba un plato y se iba a comérselo a su cuarto. Distraído yo con estas cosas, no advertía que una de las niñas, sentada junto a mí, metía la mano en mi plato y cogía lo que encontraba. Después me pasaba la mano por la cara llamándome tiito bonito. El chiquitín tiraba la servilleta en mitad de una gran fuente con salsa, y luego la arrojaba húmeda sobre la alfombra. La otra niña pedía con atroces gritos todo aquello que en el momento no estaba en la mesa, y los papás seguían disertando sobre el tema de lo que más convenía al delicado temperamento y al crítico estado de Lica.
«Chinita, toma vino».
-¿Vino?, ¡qué asco!
-Mujer, no bebas tanta agua.
-¡Jesús, qué chinchoso! Que me traigan azucarillos.
-Carne, mujer, toma carne.
Y el chico salía a la defensa de su mamá, diciendo:
«Papá mapiango».
-Niño, si te cojo…
-Papá cochino…
-Yo quiero fideo con azúcar -chillaba una vocecita más allá. [57]
-Me apetece garbanzo.
-¡Silencio, silencio! -gritaba José María dando fuertes golpes en la mesa con el mango del cuchillo.
Una chuleta empapada en tomate volaba hasta caer pringosa sobre la blanca pechera de la camisa del papá. Levantábase José María furioso, y daba una tollina al nene; pegaba este un brinco y salía, atronando la fonda con su lloro; enfadábase Lica; refunfuñaba su hermana; aparecía la niña Chucha enojada porque castigaban al nieto y se sentaba a la mesa para seguir comiendo; llamaban a Rupertico, a la mulata, y en tanto yo no sabía a qué orden de ideas apelar, ni a qué filosofía encomendarme para que se serenara mi espíritu.
Como todo el día estaba comiendo golosinas, Lica no hacía más que probar de cada plato y beber vasos de agua. Al fin saciaba en los postres su apetito de cositas dulces y frescas. Servían el café, más negro que tinta; pero yo me resistía a introducir en mí aquel pícaro brebaje por temor a que me privara del sueño, y me impacientaba y contaba las horas, esperando la bendita de escapar a la calle.
Luego venía el fumar, y allí me veríais entre pestíferas chimeneas, porque no sólo era mi hermano el que chupaba, sino que Lica encendía su cigarrito y la niña Chucha se ponía en la boca un tabaco de a cuarta. El humo y el vaivén de las mecedoras, me ponían la cabeza como un molino de viento, y aguantaba, y sostenía la conversación de mi hermano, que despuntaba ya por la política, hasta que llegada la hora de la abolición de mi esclavitud, me despedía y me retiraba, enojado de tan miserable vida y suspirando por mi perdida libertad. Volvía mis tristes ojos a la historia, y no le perdonaba, no, a Cristóbal Colón que hubiera descubierto el Nuevo Mundo

-Pues poca cosa… Figúrese usted, señora… Buscar un ama… volar al socorro…
-¿Hay fuego?…
-No, señora; no hay más sino que el ama…
-¿El ama del niño de su hermano? No hay peste como esas mujeres. Yo, mire usted, aunque estaba muy delicada, no quise dejar de criar a mi Manolo. Y los médicos me decían que por ningún caso. Y mi marido me reñía. Pues bien saludable ha salido mi hijo, y yo… ya usted ve.
-Usted no sabría de alguna…
-Veremos, veremos; voy a echarme a la calle… Y a propósito, amigo Manso, ¿ha visto usted a Manuel anoche? [195]
-¿Qué he de ver, señora?
-Esta es la hora que no ha venido a casa. Creo que tuvieron cena en Fornos… ¡Ay qué chico! ¡Pero qué afanado está usted!… Pobre D. Máximo, ¡qué sin comerlo ni beberlo!… Aprenda, aprenda usted para cuando sea padre.
-Señora, si usted tuviera la bondad de buscarme por ahí una de esas bestias feroces que llaman amas de cría…
-Sí, voy a ello… Espere usted: la vecina me dijo que conocía… Ya, sí… es una chica primeriza, criada de servir, que se desgració. Estaba en casa de un concejal que hace la estadística de nacidos… hombre viudo, y que debía tener interés en que se aumentara la población… Voy allá… Creo que tiene la gran leche; es morenota, fresconaza… un poco ladrona. También sé de una muy sílfide, una traviatona que bailaba en Capellanes, casada; pero que no vive con su marido. Sabe muchos cantares para dormir a los niños, y tiene aires de persona fina… Pues no me quito la mantilla y echo a correr. Vaya usted por otro lado. No deje usted de ir a la Concepción Jerónima, a casa de Matías, donde van a parar todas las burras de leche que vienen a buscar cría. Es aquello, según dicen, una fábrica de amas y un almacén de ganado. Ea, hombre, no se quede usted lelo; coja usted La Correspondencia y lea los anuncios. Ama para casa de los padres. ¿Ve usted? Váyase pronto al Gobierno Civil donde está el reconocimiento… Si encuentra usted alguna, no se fíe de apariencias: llévese un médico. Escójala cerril, fea y hombruna… Pechos negros y largos. Mucho cuidado con las bonitas, que suelen ser las peores… No dejen de examinar la leche, y fíjense en la buena dentadura. Yo voy por otro lado; avisaré lo que encuentre. Abur.

-Más tengo yo. ¿Le parece a usted que es agradable este viaje diario por la vía láctea?… Estoy deseando soltar los trastos y que venga otro. Luego nos queda el examen químico con el lacto-butirómetro… Porque hay falsificaciones, amigo. ¿Ve usted? Las hay que son cartuchos de veneno, y aquí velamos por la infancia. Pero, a pesar de nuestros esfuerzos, la generación futura va ser bonita, sí señor; se van a divertir los del siglo veinte, que será el siglo de las lagartijas.
-Pero Miquis, que es tarde, y…
-A ver, Sánchez, Sánchez.
Sánchez, que era el otro médico, se acercó.
«A ver, aquella, la que vimos antes. Es la única res que vale algo. La segoviana… ahí está, la que tiene una oreja menos, porque se la comió un cerdo cuando era niña».
-¿Es buena?
-Bastante buena, primeriza, inocentísima. Me ha contado que era pastora. No recuerda de dónde le vino la desgracia, ni sabe quién fue el Melibeo… Esta gente es así. Suele resultar que las ignorantonas saben más que Merlín. Allí está. Vea usted qué facciones, jamás lavadas… Creo que para salir del paso… ¿Es para un sobrinito de usted?

2 comentarios

  • Jaimemarlow septiembre 25, 2012en4:15 pm

    «Gracias por votarlo, me ha encantado.»
    De nada. Lo voté porque lo tengo en casa desde hace tiempo (una de mis compras impulsivas) y pensé que una crítica tuya me animaría a leerlo, como así ha sido.

    Ahora voy a votar «Lo que está mal en el mundo». Estoy haciendo un poco de trampas en eso de las votaciones, perdona… 😉

  • Palimp octubre 2, 2012en7:35 pm

    Espero que te guste también. Vota, aunque espero que lo de las trampas sea votar de diferentes ordenadores y no hackear el sistema 🙂

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