Ana María Matute. Primera memoria

febrero 26, 2010

Ediciones Orbis, 1982. 224 páginas.

Ana María Matute, Primera memoria
Adios a la infancia

La crítica que hice de Olvidado Rey Gudú no fue muy buena por una razón. Si Ana María Matute es capaz de escribir libros como éste nos acostumbra mal y luego nos quejamos cuando baja la guardia.

La protagonista del libro es una pre-adolescente atrapada durante la guerra civil en las islas baleares (si da indicaciones precisas de la ubicación no la recuerdo). En un ambiente asfixiante vivirá los odios que hay en el pueblo desde su mundo, el mundo de los niños que están a punto de dejar de serlo.

¿Podré decir prosa sabrosa? No, pero lo es. Un lenguaje acorde con el ambiente y los personajes que pueblan el libro. Lo que se cuenta ya es bastante explícito (el chantaje al preceptor por parte de Borja, la fascinación que provoca Jorge, la oveja negra de la familia, ya mayor y retirado, el odio a la familia de rojos) pero se lee todavía más.

Que quien lo cuenta sea ya una persona mayor que mira con distancia lo sucedido le añada otra dimensión más. Un libro para paladear.

Descárgalo gratis:

Matute, Ana Maria – Primera Memoria.pdf

(Te hará falta el programa EMule)


Extracto:[-]

Tenían un perro que aullaba a la luna, al mar, a todo, y que enseñaba los dientes desde que los Taronjí se llevaron a José, el padre, de madrugada. Ellos eran como otra isla, sí, en la tierra de mi abuela; una isla con su casa, su pozo, la verdura con que alimentarse y las flores moradas, amarillas, negras, donde zumbaban los mosquitos y las abejas y la luz parecía de miel. Yo vi a Manuel inclinado al suelo, descalzo, pero Manuel no era un campesino. Su padre, José, fue el administrador del señor de Son Major, y luego se casó con Malene. Sa Malene estaba muy mal vista en el pueblo —lo decía Antonia— y el señor de Son Major les regaló la casa y la tierra.) Y otra vez sin comprender cómo, ni por qué, y tan rápidamente como en un soplo, recordé: «José Taronjí tenía las listas», dijo Antonia a la abuela. La abuela la escuchaba mientras dos mariposas de oro se pegaban ávidamente al tubo de la lámpara de cristal, se morían temblando y caían al suelo como un despojo de ceniza. Lauro lo explicó más detalladamente. «Lo tenían todo muy bien organizado: se repartieron Son Major y él lo distribuyó muy bien: quiénes iban a vivir en la planta, quiénes en el piso de arriba… Y ésta su casa también, doña Práxedes…» Era la misma voz de cuando decía: «En un pueblo de Extremadura han rociado con gasolina y han quemado vivos a dos seminaristas que se habían escondido en un pajar. Los han quemado vivos, malditos… malditos. Están matando a toda la gente decente, están llenando de Mártires y Mártires el país…» (El Chino y los Mártires, las vidrieras de Santa María con sus hermanos muertos allí arriba, y detrás el sol feroz y maligno empujando con su fulgor el rojo rubí, el esmeralda, el cálido amarillo de oro. Y el Chino continuaba como un sonámbulo: «Tendremos altares cubiertos de sangre y en
nuevas vidrieras veremos los rostros de tantos y tantos hermanos nuestros…»)

Era el padre de Manuel a quien se llevaron los Taronjí, los de las altas botas de jinetes que no montaban jamás a caballo. Manuel dejó el convento donde vivía, y estaba allí, en el huerto, trabajando para ellos porque nadie del pueblos les ayudaba. Y otra vez recordé la voz del Chino, que decía: «Pues como antes, que iban los leprosos con campanillas a la puerta de David, y se retiraban los hombres puros al oírlos, así debían ir por donde pasan con la peste de sus ideas…» Era Manuel el muchacho que salía detrás de la barca, no cabía duda; era aquella su espalda inclinada al suelo, vista por nosotros al otro lado de la puerta corroída por el aire del mar; era su nuca de oscuro color moreno, del bronco color del sol sobre el sudor, no del dorado suave de Borja’Y, también, había sol en el color de su pelo quemado, seco por su fuego, en franjas como de cobre. «Pelirrojo como todos ellos —dijo Borja, entonces — . Pelirrojo. Chueta asqueroso.»

4 comentarios

  • Adela febrero 28, 2010en3:07 pm

    Conocía a Ana M. Matute por algunas cosas infantiles y juveniles que han llegado a mis manos, creo también que obtuvo el premio Andersen, o no, no estoy segura, tendría que buscar, pero es cierto lo que dices, esa forma sabrosa de escribir… qué envidia, quisiera ahora mismo poder leer el libro entero, deja ver si lo logro con el enlace que hiciste, al menos tu reseña, ya refresca mi mente. Gracias,
    AD.

  • Palimp marzo 1, 2010en7:36 pm

    Bueno, en el enlace se puede encontrar 🙂

  • anonymous enero 25, 2012en12:28 pm

    MUY BIEN: una buena reseña de la Matute, y… ¡¡vamos a piratear su obra!! ¿¿No podías poner un enlace a alguna web donde VENDAN este libro, en vez de uno para ROBARLO?? ¿Ese es el respeto que tienes a su trabajo? Qué pena.

  • Palimp enero 25, 2012en6:41 pm

    Pues no, no podía poner ningún enlace donde vendan el libro porque está completamente descatalogado.

    Si la editorial que tenga los derechos hiciera su trabajo, tendrían al menos una copia en formato ebook disponible. Pero no es el caso, algo que sí ha hecho alguien que ama la obra de la autora.

    En estos momentos el enlace que tengo puesto aquí es la única manera que tiene nadie de poder adquirir este libro. Si usted me proporciona un enlace donde se pueda adquirir la obra, con mucho gusto lo pondré aquí.

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