Álvaro Cunqueiro. Por el camino de las peregrinaciones.

junio 24, 2016

Álvaro Cunqueiro, Por el camino de las peregrinaciones
Alba editorial, 2004. 172 páginas.

Recorrido Jacobeo antes de que se volviera a poner de moda. Incluye documentación fotográfica. El tema no me interesa lo más mínimo, pero leer la prosa de Cunqueiro es como beber de un manantial fresco despues de caminar durante horas al sol. Bendita sed.

Aún lo dicen por tierras que fueron frontera, y las Américas de nuestros galaicos linajes militares: «Te he de dar Fe católica y tocino». Así, pues, revuélquese entre las patas del caballo jacobeo el moro enturbantado.) Pero volviendo a las imágenes de Jacobo, quizá ninguna me haya emocionado más que ésta que hoy contemplan ustedes. Jacobo y los apóstoles cenan con Jesús. Es la Ultima Cena. El peregrino habrá llegado de Galicia con el tiempo justo para lavarse las manos, sacudirse el polvo del camino, besar en el hombro a Jesús. Tiempo de abril era. El Señor le lava los pies a Jacobo. ¿Os dais cuenta de que el polvo que Jacobo trae en su pies, el polvo caminero de abril, cuando ya amanece la tórtola y se anuncian las calores, era harinilla de la tierra nuestra gallega? Jesús tuvo en sus manos, lavándole los pies a Santiago, parcelillas de la tierra nuestra maternal. Por Dios -por esas manos del Señor en los pies de los discípulos- no me digan nada de anacronismos. Yo me dejo guiar por la pintura, que en ella ya está Santiago de peregrino, con las vieiras. Y además, hay «el perpetuo y estremecedor cumplimiento de los misterios», de que hablaba el cardenal Belarmino.
Quedamos, pues, en que siendo abril, y sabiendo Jacobo que el Señor lo aguardaba para la Cena, se puso en camino desde Galicia, que es soledad natural, por profundas razones escogida en el extremo de la tierra. Y ha llegado a tiempo de cenar. Se ha sentado, el cuarto por la izquierda, y después de haber llenado el vaso de vino se ha puesto a cortar la bolla redonda y dorada. Tengo para mí que a los otros discípulos sorprende el adorno de las vieiras en el sombrero y en la esclavina. Tiene Santiago gentil barba rizada, y se me antoja que sonríe. Quizá ya se le haya contagiado el acento nuestro, el marinan de aquí, cantarelo, de la orilla pontevedresa y el ullán bajo. El peregrino nuestro hará eternamente este misterioso viaje en abril. Ya se le antojan hojas nuevas a los sauces y alisos de las riberas, y los caminos comienzan a criar polvo, pasadas las lluvias invernales.

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